La Jornada del pasado día 27
de octubre fue una magnífica ocasión para hablar de archivos, documentos,
cultura e historia. Entre los asistentes, archiveros, investigadores, amantes
de Trujillo y su historia. Todos dispuestos a aprender y compartir en un
espacio perfecto y cargado de historia. A quines no pudieron acompañarnos, les
queremos contar algo de lo que allí sucedió.
El ayuntamiento
estuvo representado por la primera teniente de alcalde, Inés Rubio Díaz, quien
inauguró el acto y se dirigió a los asistentes poniendo de manifiesto el
compromiso del ayuntamiento de Trujillo con la cultura y el turismo como
motores de cambio y desarrollo.
La Jornada se inició
con la intervención de Esperanza Díaz García, directora del Archivo Histórico
Provincial. Nos llevó por la historia de ese archivo y sus fondos destacando el
valor, riqueza y variedad de su documentación.
El investigador Luis
Vicente Pelegrí Pedrosa desarrolló su intervención acercándonos a la variada
tipología documental que los archivos trujillanos ponen a disposición de los
investigadores para conocer el destino, uso y valor de los caudales indianos en
nuestra tierra.
Por su parte, la
especialista en materia de restauración de documentos Teresa González Suárez
nos introdujo en el apasionante mundo de la conservación documental,
mostrándonos los males que aquejan a nuestros documentos y los cuidados y
buenas prácticas que nos asegurarían su pervivencia.
Un animado coloquio
en el que se reflexionó sobre los problemas de nuestros archivos, el valor de
los fondos que conservan, el acceso a los mismos y las nuevas técnicas que
ayudan a todo ello, cerró la Jornada.
Nos sentimos
satisfechos del resultado de esta Jornada, especialmente por el espíritu y
ánimo que se respiró en ella: compromiso, voluntad de aportar y compartir y
deseo de conservar y difundir nuestro patrimonio documental.
Pero seguro que este
brevísimo resumen os ha sabido a poco. No os preocupéis. Abusando de su
amabilidad, pedimos a los conferenciantes que nos mandaran un pequeño resumen
de su intervención. Y no lo han dudado ni un momento.
Hoy os mostramos la intervención de Luis Vicente Pelegrí. Con él nos adentraremos en los archivos buscando el rastro de las fortunas indianas.
FORTUNAS INDIANAS Y TIPOLOGÍAS DOCUMENTALES EN
LOS ARCHIVOS TRUJILLANOS.
Luis Vicente Pelegrí Pedrosa.
En
cualquier legajo que consultemos de protocolos notariales de los siglos XVI y
XVII de cualquier población de Extremadura, topamos con alguna referencia a
caudales indianos, fruto de la emigración de algún paisano nuestro a la América
española y que no olvidó, desde el otro lado del océano, las necesidades de
familiares y amigos que permanecieron en su tierra de origen. Más aun si se
trata de Trujillo, cuna de conquistadores y de cientos de emigrantes que, con
su esfuerzo anónimo, fueron los protagonistas, durante más de dos siglos, de
los envíos que llegaron a esta ciudad extremeña. Se trata, eso sí, de una
minoría de afortunados que convirtieron en realidad el sueño de promisión
americano.
Así comenzamos a evaluar, hace ya años, el
impacto de los capitales indianos en Extremadura, -o como acuñó J. Elliot, el
impacto del Nuevo Mundo en el Viejo Mundo-. Se trata del dinero de particulares,
que lejos de acabar en los campos de batalla de Europa, empleado en las guerras
del Imperio, como ocurrió con los caudales más cuantiosos de la Corona, auxilió
a la economía agraria de la España interior. Guiados, en principio, por las
teorías de E.J. Hamilton sobre el “Tesoro Americano y la Revolución de los
Precios”, y gracias a los trabajos
que realizamos en los protocolos notariales de Castuera y de Cáceres, pudimos
desmentir tópicos y asentar nuevas teorías que nos demuestran que la plata
americana no fue una oportunidad del todo perdida.
Encontramos
cuatro formas de inversión de estos envíos, por orden de importancia: a) el
crédito; b) la tierra; c) mecenazgo y prestigio; d) actividades mercantiles. Pero lo más destacado fue
comprobar que un dinero que procedía eminentemente del comercio y de la minería
americana no sólo se empleó en Extremadura en la tierra, como valor seguro y
medio de ostentación social, sino que sirvió para auxiliar las necesidades de
financiación de la economía agraria a través del censo consignativo, una forma
de crédito hipotecario sin plazo fijo de amortización y a un bajo interés,
tasado por las leyes y la moral, que prestaron capellanías y obras pías, para
cumplir sus objetivos benéficos con las rentas de los intereses.
Estas
formas de inversión se combinaron de distinta forma, dando lugar a dos modelos
de inversión. En una economía urbana, como era la Cáceres, destacan los
indianos retornados, pertenecientes a las primeras generaciones de
conquistadores y emigrantes y que compraron tierras o rentas modernas como el
juro, -o deuda del Estado- o la
rentas de hierba –participaciones en el valor de arriendo de las dehesas
cacereñas-, casas, oficios y cargos públicos o incluso participaron en negocios
de exportación de lanas. Por el contrario en la Serena, y en especial en
Castuera, el impacto indiano fue más tardío, en el siglo XVII, cuando se
hicieron notar en las economías locales los dineros enviados por los emigrantes
que siguieron el camino de sus paisanos de generaciones anteriores. Aquí,
destacó sobre todo la inversión en el crédito y los obras pías que cumplieron
el doble fin de auxilio de préstamo y de asistencia social. Pero, tanto en una
zona como en otra, fue nota característica el mecenazgo a iglesias y
instituciones benéficas que promovieron las actividades de la artesanía y de la
construcción que son, aún hoy, plata convertida en noble y eterno granito.
Trujillo se asemeja en este fenómeno histórico más a Cáceres que a la Serena y
Castuera, como hacían suponer los trabajos previos de Altman o de Sánchez
Rubio. Por esta razón, y por la entidad en si mismo del tema y de sus fuentes
en esta ciudad, dejamos esta población para posteriores estudios en los cuales
empleamos los fondos notariales, custodiados de su Archivo Histórico Municipal
y la documentación del Juzgado de
Bienes de Difuntos del Archivo General de Indias.
Las fuentes para estudiar los caudales indianos
en Extremadura, son tan variados como las contenidas en el triplete básico de
archivos locales que ya destacaron Rodríguez Sánchez y sus colaboradores:
parroquiales, municipales, pero ante todo los notariales. Las tipologías
documentales en los protocolos notariales que ofrecen información sobre los
caudales indianos en Trujillo son comunes a otras poblaciones extremeñas, si
bien difiere la importancia de cada una de ellas. En Cáceres, por ejemplo
destacan los testamentos e inventarios de bienes de los retornados, que
cumplieron el prototipo de indiano que vuelve a su tierra natal a hacer
ostentación de su riqueza. En Castuera y la comarca de la Serena, por el
contrario, sobresalen los censos consignativos. Sin embargo, en ambos casos,
como en Trujillo, el documento más abundantes con referencias a envíos, es el
poder en causa propia –entre las dos localidades analizadas a fondo, supone
cerca de la mitad de las escrituras utilizadas-. Después se encuentran los
registros de arribadas y cartas de pagos de Bienes de Difuntos, resultado de la
liquidación de las herencias de emigrantes abintestatos o con herederos demostrados
en la Península, por una institución denominada Juzgado de Bienes de Difuntos.
Y muy por detrás, se halla todo un abanico de escrituras que abarca toda la
riqueza y variedad de los protocolos notariales. Este es el conjunto de
documentos que pueden guiar la investigación del dinero indiano en cualquier
archivo extremeño de esta naturaleza y, por su puesto, en el de Trujillo,
donde, por tanto, vamos a centrarnos en las virtudes del poder en causa propia,
para conocer los caudales indianos. Para el estudio de la emigración extremeña
ya destacó su importancia Sánchez Rubio.
Mediante
este documento, tal y como lo define Bono Huerta, se realiza una transferencia
de derechos, créditos y acciones del acreedor, u otorgante, al apoderado que
adquiere así un compromiso de obligación. Podemos distinguir, cuatro
modalidades en relación a la emigración y los capitales indianos: a) poderes
otorgados por emigrantes antes de salir para encargar la administración de sus
bienes o el cobro de deudas o herencias; b) los concedidos por los emigrantes,
ya convertidos en indianos, bien para los fines antes mencionados o bien para
administrar envíos e inversiones en Extremadura y cobrar sus rentas; c) poderes
de los emigrantes retornados con el mismo objetivo que en los casos anteriores,
pero a la inversa, es decir, en relación a bienes que dejaron en las Indias, y
d) poderes de familiares y allegados de los indianos en Extremadura para cobrar
sus envíos de dinero o su herencia. Este es el caso que nos interesa, y que
aquí desglosamos. Todos este caudal de confianza se otorgaba a familiares y
paisanos muy cercanos, algunos emigrantes que iban o venían de las Indias, y
que actuaban como intermediarios, y en algunos casos como auténticos
testaferros. Gracias a esta fuente podemos analizar todas las variables
implicadas en un envío de dinero indiano, a saber: a) fechas, remitente y lugar
de envío; b) cuantía, naturaleza e
incluso coste del mismo, c) así como el lugar de destino, beneficiarios y
aplicación final del mismo.
Trujillo,
a pesar del dominio de la ganadería en su economía, podía considerarse en
muchos aspectos como una ciudad, no sólo por su título, sino por sus 8.000 habitantes, hacia 1560, y
la variedad de sus actividades. Fue la población extremeña que más contribuyó a
la emigración americana en el siglo XVI, con más de 1.500 personas que
siguieron la estela de los Pizarro y los pioneros. Precisamente a partir de esa
fecha realizamos el estudio de los poderes, cuando se cerraba el descubrimiento
y conquista del continente americano y cuajaba la colonización del mismo. La
primera década reconocida fue la más rica precisamente, con más de un tercio de
todos los caudales indianos encontrados en los poderes. Y en todo el periodo
estudiado, las segunda mitad del siglo XVI, más de la mitad de los mismos provenían del virreinato del
Perú, como no podía ser de otra forma en un territorio en cuya colonización
fueron adelantados los trujillanos. Para entonces la élite de la generación
conquistadora que quiso regresar a su ciudad de origen ya había invertido en
ella su fortuna, tal y como hizo Hernando Pizarro.
De
1558 a 1599 pudieron llegar a Trujillo más de 114.000 reales de plata, de a
ocho reales –moneda de cuenta usual en la época- a través de 93 registros de
envíos que hemos detectado entre los poderes otorgados por vecinos de Trujillo,
y eso que en la quinta parte no aparece ninguna expresión de valor. Esta cifra
es muy similar en lo poderes emitidos por los cacereños en las mismas fechas y
con los mismos fines. Y en ambas ciudades se observa que los poderes para
cobrar herencias son los menos precisos en la expresión de cantidades
monetarias, o no las ofrecen sin más. Los resultados de todos los estudios que
hemos realizado con esta escritura son indican que suponen cerca de la mitad de
las escrituras válidas, como se ha dicho, pero sólo aportan el conocimiento del
15% del capital, mientras que en los censos consignativos se invierten
completamente ambos valores.
Todos
los tipos de documentos descritos más arriba garantizan con certeza la
inversión efectiva del dinero indiano, ya que permiten comprobar que
efectivamente llegó a su destino y se aplicó a un fin concreto. Sin embargo, el
poder sólo demuestra que el dinero llegó a la Casa de Contratación y el
beneficiado o intermediario pretendió su cobro. Es su principal conveniente
como medio de información. El metal que llegaba, generalmente en barras de
plata ensayada y quintada, se
amonedaba en la Casa de Moneda de Sevilla, antes de emplearse en su destino
definitivo. En muchos poderes trujillanos tenemos referencias a los costes
fiscales, como el flete de los metales o el señoreaje o impuesto de acuñación. No obstante, recoge una amplia
variedad de unidades de cuenta, tanto de metal bruto como de moneda. Los envíos
de oro fueron muy escasos, pero destacan algunos de joyas muy llamativos. Por
ejemplo, Gómez de Solís, dio un poder en 1595 para recibir una lagartija de
oro, guarnecida de esmeraldas, que envió el licenciado Cabezas Meneses, oidor
de la Audiencia de Quito.
Salvo
en situaciones personales muy relevantes, como altos cargos de la
Administración y de la Iglesia, como el
primer de Lima, fray Jerónimo de Loaysa o destacados profesionales, como
el doctor Juan de Orellana, no
conocemos más que el nombre y el lugar de residencia de algunos de los indianos
que disponían el envío, sin más indicaciones sobre su oficio y origen de su
riqueza, que sí puede intuirse a veces por su lugar de residencia en enclaves
mercantiles como la propia Lima o mineros como Potosí o Huancavelica. Los
beneficiarios, como los apoderados, eran siempre familiares y allegados de gran
confianza. Es representativo el tópico del sobrino beneficiado por el tío rico
de América, en especial, por motivos obvios, entre deudos de eclesiásticos.
Podemos
afirmar que los poderes en causa propia, con las virtudes y limitaciones
expuestas, se pueden tomar como un auténtico documento director para el estudio
de la emigración y el envío de capitales indianos en cualquier protocolo
notarial extremeño, y especialmente en una ciudad de la proyección americana de
Trujillo, como demuestran casi el centenar de casos que, resultado de diversas
investigaciones en su Archivo Histórico, nos permiten extraer estas breves
conclusiones. Los poderes son pequeños retazos de historias personales que se
complementan con otros documentos más detallistas como cartas, testamentos o
inventarios, nos introducen en las vivencias de nuestros antepasados que
emprendieron la aventura americana, y nos cuentan las esperanzas que despertaron
en sus familiares y paisanos extremeños.